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Te invitamos a que nos acompañes en nuestro viaje a Japón 2012. Esperamos disfrutar igual o más que en 2009 .
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viernes, 17 de agosto de 2012

Día 10: Takayama: chubascos intermitentes

Nos vamos a Takayama, un pueblecito en la entrada de los Alpes japoneses. Un trayecto de algo más de dos horas en tren Límited Expres de la JR, vamos entre montañas y valles, en cualquier momento aparece la Heidi con Niebla y el abuelo.. Como hemos salido temprano (y sin desayunar), al llegar a Takayama decidimos parar a tomar un café, pero en el camino nos encontramos un alegre mercadillo callejero en el que los lugareños venden los productos de su huerta a los turistas locales de la gran ciudad.

Mas adelante localizamos una cafetería. Es un local pequeñito, regentado por una simpática abuelita (antes de pedir, la miramos atentamente por si lleva espada samurai (véanse las abuelitas del 2009), buff, es normal), pedimos unos ricos cafés vieneses, mientras en la tele ponen unos dibujos animados algo frikis.


Seguimos camino a otro mercadillo matutino, éste otro junto al río y de los más variopinto: muñecas de tela, sombreros, cosas de comer que puedes ir probando y allí compramos lo que serán nuestras dos nuevas mascotas del viaje: el Demonio de Takayama y su fiel acompañante Takayam-ana.
El demonio de takayama y su fielTakayam-ana


La siguiente parada es el templo cercano al museo local de carrozas (las que sacan en las fiestas al estilo de los pasos de las procesiones pero con ruedas) y justo aquí un aguacero intermitente. 10 minutos de agua, lo justo para tener que refugiarmos junto a la fuente para purificarse. Si ya lo decían los del tiempo japonés: chubascos y aguaceros intermitentes.




Con nuestro plano en  mano ponemos pie hacia nuestro próximo objetivo: una antigua casa de un comerciante de sake. Nos encantan el minimalismo de las estancias y las líneas rectas de su estructura.



Continuamos con nuestro paseo entre viejas casas, siempre que los aguaceros intermitentes nos lo permiten, pero hemos encontrado la solución: cuando las primeras gotas comienzan a caer, Ana saca su paraguas y la lluvia para como por arte de magia.
También visitamos una antigua casa samurai o ninja pero la verdad no merecía la pena.
Un poco más lejos tienen montado un pueblo con las casas típicas rurales del país, pero con el tiempo que hace y como parece que el paraguas de Ana pierde sus poderes, decidimos no ir y en su lugar visitar algún templo más. Y, cuando ya nos creíamos salvados, de camino al la estación del tren, llega el diluvio. Aquí ni paraguas ni na de na.
Más tarde, limpios y secos, una rica cena en Nagoya.

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